Olympique Lyon vence a Roma y está en cuartos de final de UWCL
La ausencia de compromiso por parte de las directivas del fútbol femenino en Chile es uno de los factores que provocaron la eliminación de La Roja en Tokio 2020. Quizás no directamente, pero responde a una serie de migajas que los clubes siguen dándole a las mujeres que practican el deporte.
Me encantaría estar escribiendo esta columna en otras condiciones. Quizás, celebrando que la Selección Chilena se había clasificado a cuartos de final del torneo de fútbol femenino de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. No se pudo.
Me encantaría, también, poder apuntar a algún culpable directo. Sé que muchos creen que José Letelier lo es, y probablemente lo sea, pero yo no quiero entrar en el juego táctico-técnico en el que todos hemos caído en Twitter. En realidad, vengo a hablar de temas más bien extracancha, aunque toquen completamente el rendimiento futbolístico.
Desde octubre de 2019 que no hay primera B. Desde esa misma fecha tampoco hay fútbol joven en Chile, problema que atañe al proceso formativo masculino y femenino. Tanto en la Copa América 2021 como en los JJOO vimos una suerte de fin de ciclo de las dos Selecciones Chilenas, y es que mientras los hombres terminaron con ocho años de torneos cada año, con una base que les llevó a ganar la Copa América en 2015 y 2016, las mujeres acabaron con el proceso que comenzó un poco antes de la Copa América 2018, cuando decidieron que volverían a la competencia, para regresar al ranking FIFA. Allí comenzó el periplo por el Mundial de Francia 2019, la Copa Uber, la Turkish Women’s Cup, el repechaje olímpico, amistosos contra selecciones top del mundo, y finalmente Tokio 2020. Ambas casi sin recambio, porque no hay fútbol joven.
Entre medio hubo hartos cambios. Comenzó la profesionalización, empezaron a aparecer los contratos y los sueldos, y varios clubes fueron poniéndose las pilas con la mejora de las condiciones del futfem en el país. Y cuando digo varios, digo tres o cuatro. Y cuando digo que el resto no se puso las pilas, quiero decir que la liga de Ascenso no entrena desde antes del comienzo de la pandemia y hoy sus directivas no quieren comprometerse con la vuelta a entrenar; mientras tanto, algunos aún tienen equipos de mujeres solo instrumentalmente, para que les permitan jugar torneos internacionales (sí, Unión La Calera, a ti te estoy hablando).
¿Qué podríamos estar contando hoy si es que la Federación de Fútbol de Chile, absorbida por la ANFP, realmente se preocupara del fútbol practicado por mujeres? ¿Si la FFCH exigiera que todos los equipos tuvieran contratos? ¿O que pagaran sueldos decentes a la totalidad de sus jugadoras y no al 50% del plantel? ¿Se imaginan si la ANFP estuviera tan comprometida que no programara seis partidos en paralelo cada fin de semana? ¿O si nunca hubiera cancelado partidos porque no alcanzaron a comprar los pasajes en avión tres días antes de que jugaran? Porque todo eso está pasando hoy, 27 de julio de 2021.
A mi parecer, estos Juegos Olímpicos tienen que ser un momento bisagra en el fútbol femenino nacional, más que lo que fue el Mundial de Francia 2019. ¿Por qué? De cara a la Copa del Mundo, Chile no tenía nada. Recién había vuelto al ranking FIFA, el torneo nacional seguía lejos de ser profesional (o semi profesional), las jugadoras en el extranjero no estaban en equipos tan top como ahora (salvo, quizás, Christiane Endler) y el compromiso era nulo. Todo lo que hicieran en ese momento era nuevo para mujeres que casi no tenían apoyo.
Pero hoy no. Hoy ya lo tienen. Hoy varias están jugando en clubes importantes de Europa, la base de la Selección tiene contratos en sus clubes, los equipos están cada vez más comprometidos y en el torneo nacional se ven avances, aunque pequeños. Las futbolistas son prácticamente atletas profesionales. Además, todos los amistosos de la selección son clase A y juegan en prácticamente todas las fechas FIFA. Entonces, ¿qué queremos? Al menos yo, exijo que se profesionalice completamente el fútbol femenino en Chile.
¿De qué sirve que clubes mejoren condiciones pero sigan entrenando tres veces a la semana? ¿O que si se les lesiona la arquera y termine jugando una jugadora de campo? ¿O que se llenen la boca hablando de ser el club con mejor formación y cantera en el país, el tricampeón masculino, el único con números verdes a final de año, si no son capaces de contratar a sus jugadoras? Mientras hay equipos que tienen planteles de más de 40 jugadoras y le han dado posibilidades a varias jugadoras jóvenes, otros tienen que hacer malabares para completar las 10 Sub-18 que pide el reglamento del torneo. Y así, suma y sigue.
Cuando terminó el partido entre Chile y Japón, Carla Guerrero dijo que sintió que no estuvo a la altura en Tokio 2020. Y personalmente creo que sí lo estuvo; si se tiene en cuenta que La Roja es la 37 del mundo, que a la Sub-20 le fue mal en el último torneo Sudamericano y que la Sub-17 no alcanzó a disputarlo porque llegó la pandemia. Que una generación completa se perdió. O que el desarrollo relativamente profesional de la disciplina en el país lleva apenas 13 años, desde la creación del Campeonato Nacional en 2008, mientras que las rivales nos sacan 20 o 30 años de ventaja. Y que las diferencias físicas frente a Gran Bretaña o Canadá fueron más evidentes que nunca en estos partidos.
El dicho “go big or go home” aplica perfectamente para lo que acaba de vivir La Roja. Pero no con ellas, que rendimiento arriba o rendimiento abajo tuvieron unos correctos Juegos Olímpicos. Aplica para las dirigencias. Para la Federación. Para la Asociación. Este es el GRAN momento de ponerse las pilas y hacerse cargo de sus ramas femeninas. De exigir y entregar condiciones en serio, no las migajas que tienen hoy.
Nadie los va a juzgar por subirse tarde a la micro. Nadie les va a decir que está mal que empiecen a apoyar ahora, porque está claro que mejor tarde que nunca. Pero el problema es que acá actúan por vergüenza más que por convicción. Y si no se van a hacer grandes, si no van a demostrar el compromiso, quizás es hora de que se vayan a casa y le den el paso a quienes sí están comprometidos con fortalecer una disciplina que merece tanto respeto como cualquier otra. El fútbol femenino llegó para quedarse, ¿por qué les cuesta tanto asumirlo?
Foto: Getty Images
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