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En entrevista con CONTRAGOLPE, la mediocampista y ex seleccionada nacional destaca que hoy en Chile hay 870 jugadoras activas en el torneo nacional, de las que sólo 50 tienen contratos profesionales. Asegura que los clubes son los grandes responsables de la precarización del fútbol femenino.
El 1 de mayo de 2007, hace ya casi 14 años, Iona Rothfeld se presentó en el complejo de Quilín, junto al club Santiago Oriente para jugar un torneo que tenía cómo fin seleccionar a trece jugadoras para conformar la selección sub-14 que representaría a Chile en la Copa Home of FIFA. El equipo de Iona fue eliminado en la primera fase del campeonato. Sin embargo, fue convocada para seguir avanzado en el torneo, y ser una de las trece seleccionadas para representar a Chile en el primer campeonato que disputaría la selección sub-14.
Este fue el puntapié inicial de una extensa y variada carrera para la mediocampista: seleccionada nacional entre 2007 y 2014, jugó en clubes como Universidad Católica y Audax Italiano. Mientras estudió Derecho en la Universidad de Chile fue parte de “las Hijas de Bello” y durante sus estudios de Ciencias Políticas en la St.Thomas University, en Estados Unidos, conoció de cerca el circuito de fútbol jugado por mujeres en el país con más copas y títulos.
Su rol en el fútbol no ha sido solo deportivo. Junto a un grupo de futbolistas, el 2016, crearon las Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF), que se levantó en respuesta a las precarias condiciones que ha tenido históricamente el fútbol femenino en Chile.
Iona hace poco volvió a integrarse al fútbol profesional incorporándose a Audax Italiano, pero además, está en campaña; se está postulando a candidata constituyente por el distrito 12 en la lista “Independientes No Neutrales” y asegura que su principal motivación es conseguir que el deporte sea un derecho constitucional, establecer la igualdad de género y los derechos de la disidencias sexuales.
—¿Qué ha sido esencial en el avance y resurgimiento del fútbol femenino?
—La conformación de la ANJUFF en 2016 fue un punto clave. Nos reunimos con el directorio de la ANFP y les planteamos nuestra radiografía sobre el fútbol femenino, lo que creíamos había que subsanar, cuáles eran los problemas que había que priorizar, cuáles eran las alternativas o caminos o que creíamos nosotras que había que trabajar. Nos creyeron, y ahí logramos reactivar la selección.
—¿Ahí surge la idea de ser sede de Copa América?
Buscábamos tener un magno evento en Chile que visibilizara el fútbol femenino, que movilizará a los medios y que acercara a las jugadoras y el deporte a la gente. Postular a ser anfitriones de la Copa América era clave para reconstruir las bases del fútbol femenino. Esto traería un flujo de recursos y de apoyo que queríamos consagrar. La ANFP nos creyó, postuló, quedamos y el resto es historia conocida.
—¿Qué avances has visto desde entonces?
—Llevándolo a lo más técnico: hemos avanzado en la creación de un seguro médico universal, que fue un paso en la dirección correcta, junto con el protocolo contra acoso, abuso y maltrato, con el cual fuimos pioneras. A pesar de todo, creo que hay muchísimas otras cosas que tienen que resolver, y nosotras vamos estar siempre acá, haciendo esta pega que es muy necesaria y que les va a dar, esperamos, un giro a la historia del fútbol femenino del país.
—¿Quién debiese estar haciéndose cargo del crecimiento del fútbol femenino? ¿Quién es el responsable de que no esté siendo impulsado lo suficiente?
—Quienes están más al debe son los clubes. Junto a la asociación hemos estado trabajando para levantar la actividad hace 4 años, cuando nadie se preocupaba del fútbol femenino, cuando nadie se hacía cargo, ni el Ministerio del Deporte, ni la ANFP, ni los clubes. Cuando creamos la asociación y reunimos a las autoridades pertinentes, planteamos levantar la actividad, dar condiciones igualitarias de desarrollo y de valoración. Todos nos miraban como diciendo: “que lindo suena, pero no se puede llevar a la práctica”. Y ahora aquí estamos, avanzando a pasos agigantados, pero aún a años luz de donde deberíamos estar. Entendemos que los cambios van a ser lentos, porque es un tema cultural.
Es innegable el arraigo que tiene el machismo en el fútbol, no solo en Chile, sino que en Sudamérica.
Iona Rothfeld, directora de ANJUFF.
—¿A qué atribuyes esas barreras culturales?
—Es innegable el arraigo que tiene el machismo en el fútbol, no solo en Chile, sino que en Sudamérica. Cada paso que damos en una cancha es una lucha que agota, que cansa. Siempre te encuentras con discursos como “el fútbol femenino no interesa”, “ el fútbol femenino no vende”. Pero miremos a Estados Unidos: el fútbol femenino vende más, juega más partidos, y ha hecho historia en todos los torneos mundiales. El problema es de voluntad. Es cultural, de machismo, pues entienden el fútbol como un espacio de hombres y no de nosotras.
—Sobre lo que mencionaste del fútbol como un negocio, sobre la constante de querer demostrar que el fútbol femenino también “vende”, y entendiendo el modelo del fútbol masculino cómo algo sumamente neoliberal, y basado en una lógica mercantil respecto del hincha y del jugador ¿El fútbol femenino también debiese llegar a eso? ¿Es ese el modelo al que se aspira?
—Aspiramos a que sea distinto. No queremos que nuestro fútbol se ensucie, se pierda, que se secuestre por las sociedades anónimas y este modelo del llamado fútbol-negocio. He tenido la suerte de participar en el Congreso de Fútbol Femenino del Sindicato Mundial en Holanda, fui al Mundial de Francia y estuve en varios eventos con grandes figuras, no solamente jugadoras, sino que gestoras del fútbol femenino y periodistas, gente que trabaja por levantar el deporte y hablamos sobre esto: ¿Hacia dónde nos estamos perfilando? ¿Queremos llegar a lo mismo que los hombres? La respuesta es no, claro que no. La llegada del capitalismo al fútbol lo único que hace es quitarle valor a nuestro deporte, el valor real, no el valor monetario, sino que el valor de la implicancia social y política que tiene, de lo importante que es para las sociedades.
—¿Cómo nos distanciamos de llegar a ese modelo?
—Mirando las raíces del fútbol femenino. Ninguna jugadora se metió al fútbol porque tenía una carrera de fama promisoria, porque iba a salir de la pobreza o porque iba a tener una carrera para vivir tranquila. Atendemos a esa pasión y a ese elemento distintivo. Vamos a tratar de que la construcción de nuestro deporte sea coherente con nuestros inicios, que no se vaya perdiendo en esencia y no se vaya dividiendo en esta construcción hacia el profesionalismo.
—¿Cómo se hace eso? ¿El Estado toma un rol más importante en el financiamiento? ¿Debiesen los clubes sociales hacerse cargo de las ramas femeninas?
—Es un gran desafío para el que no tengo respuesta. Pero sí creo que debe ser un esfuerzo mancomunado. Hoy en Chile el fútbol femenino está bastante desregulado con la tercerización y la falta de fiscalización. La Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) no puede ayudar a los clubes, porque tiene esta dualidad de que la Federación de Fútbol de Chile (FFCh) está absorta en ella y esta le tiene que responder al Consejo de Presidentes de los clubes, que son sociedades anónimas que velan por sus propios intereses. Los recursos del Estado llegan a una federación, que, teniendo la responsabilidad de desarrollar los fútboles —fútbol masculino, fútbol femenino, fútbol playa y fútbol calle—, pierde autonomía y prioriza los intereses del Consejo de Presidentes y de la ANFP, y no los de la Federación de Fútbol de Chile.
Los clubes: “la piedra de tope”
Un momento muy importante en la carrera futbolística de Rothfeld fue el gol histórico que anotó en el Mundial sub-17 de Trinidad y Tobago de 2010. Desde un tiro libre casi en mitad de cancha, la mediocampista anotó, rozando el palo y en el ángulo, un gol, que para cualquiera parece imposible.
Era el segundo torneo mundial que se realizaba en la historia de la categoría sub-17, y Chile no logró tener un buen rendimiento, el gol de Iona fue el único que convirtió la selección que quedó eliminada en la primera fase tras perder todos los partidos. Pero se anotó el gol de la dignidad, y ese gol lo anotó Rothfeld.
Luego de ese momento que le entregó gran notoriedad a la seleccionada nacional, le llegó una oferta para jugar en la Universidad de Atlanta, la cual Iona rechazó para estudiar Derecho en la Universidad de Chile. En 2014, tras jugar en la UC, se integró a Audax Italiano. Luego de que el club decidiera en 2016 cerrar su rama femenina, volvió a San Carlos de Apoquindo y a vestir los colores de la UC. Su carrera continuó en Estados Unidos y de vuelta a Chile, retomó en Audax.
A mi me duele que Católica pierda todos los clásicos, duele que nunca pase a playoff, duele que nunca haya estado en una final, me molesta, me da rabia, me da impotencia.
Iona Rothfeld.
—Eres hincha de Universidad Católica ¿Qué opinas sobre que el club tenga un proyecto de un súper estadio mientras aún no le dan contrato a sus jugadoras?
—El caso de Católica para mi es muy doloroso, porque soy hincha y fui jugadora. Siendo uno de los clubes que más tiene en cuanto a recursos y el que mejor se administra, es el equipo que menos hace por el fútbol femenino. Eso no viene de un no poder, viene de un no querer. Además, siendo uno de los clubes que no está tercerizado, es el que más faltas de respeto naturaliza hacia sus jugadoras. Duele que no les importe. Las jugadoras siempre han estado expectantes de que se cumplan las promesas y la cosa cambie, y ¡nunca cambian! Ni un ápice de dignidad en el desarrollo.
Yo entiendo eso de un club que no tenga los recursos y que esté luchando por subsistir, pero un club como Católica, que está invirtiendo en tener uno de los estadios más tecnológicos y en agrandarlo, parece increíble que no pueda destinar el 1% o el 2% de su presupuesto a darle trato digno a sus jugadoras, a darle valor, a darle espacio y condiciones para competir.
—¿Qué falta para que los clubes se tomen en serio al fútbol femenino? ¿Qué es lo que no está permitiendo que avancemos?
—De partida es un espacio masculinizado, donde muchos dirigentes —que han estado toda su vida ahí— no entienden que el fútbol es un espacio tanto para mujeres como para hombres y que merecemos las mismas condiciones. Tampoco entienden que es un buen negocio ¿Por qué en Europa y en Estados Unidos se está invirtiendo en fútbol femenino? Lo único que se necesita es gestionar mejor porque los complejos deportivos y los estadios ya están. Su machismo está tan arraigado que incluso algo que le gusta tanto, como la plata y el negocio, no lo pueden ver. Simplemente no quieren darnos ese espacio. Es preocupante.
—Pensando en experiencias internacionales ¿qué opinas sobre el acuerdo que hizo la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) con Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) para entregar plata a todos los clubes de primera división para tener por lo menos ocho contratos en los equipos femeninos? ¿Es ese el camino, sirve o en realidad es solo un gesto?
—Yo creo que hay distintos caminos hacia la profesionalización, no podría decirte que uno es más correcto que otro. Espero que sea el mejor camino y que no se quede en un gesto, sino que signifique un impulso para los clubes. Pero no podemos hablar de fútbol femenino profesional con solo ocho contratadas. Tenemos que hablar de una proyección, establecer metas a mediano y corto plazo, y que luego, a largo plazo, logremos el profesionalismo total de la disciplina.
—¿Y en Chile?
En Chile el camino es difícil. Está el tema de la separación de la ANFP con la Federación y de qué manera eso puede otorgarle más facultades a la Federación. El Ministerio del Deporte también puede incidir en la profesionalización del fútbol femenino. Por otro lado, las sociedades anónimas no están sujetas a nada ¿Cómo se les obliga a desarrollar el deporte como corresponde? ¿Hay que pegarles en el bolsillo? ¿Hay que entregarles un plan de negocios? El camino que nosotras estamos tomando como asociación es la lucha por la dignidad y por condiciones dignas de desarrollo.
—¿Y qué pasa con lo laboral?
—Espero que aparezcan más asociaciones de jugadores porque ser deportista es un trabajo, por más que representar a tu país sea un honor, uno no vive del honor. Tienen que haber una remuneración, tiene que haber un camino, debería estar totalmente consagrado y respaldado.
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